¡no he atendido esto!
lo he dejado en el olvido~ Bueno, hace poco me volví a enamorar de Horo y Ren {Shaman King}
He decidido subir una pequeña historia que inventaré ahora :3 Trataré de que sea corta y linda♥
Y espero la disfruten~
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Because I Hate you♥
Era un día normal y corriente, como cualquier otro; monótono y aburrido.
O al menos eso hubiera dicho cualquier persona menos aquel joven de cabello bicolor. Hace casi dos semanas que se encontraba viviendo con su peor enemigo, un chico con cabello morado, y esos días, por alguna extraña razón, parecían los mas placenteros que hubiera tenido desde hace meses a pesar de que su acompañante se portaba de una manera demasiado orgullosa y cortante.
El clima no tenía ningún parecido con lo que a Horo le encantaba. Ni siquiera hacía una pizca de frío, lo que significaba que no podría surfear sobre una blanca y hermosa capa de suave nieve este invierno. En cambio, Ren Tao parecía muy contento, después de todo el ODIABA el frío.
Al amanecer, el primero en levantarse fue Ren, eran al rededor de las siete de la mañana. Se sentó en la mesa de la cocina con una pierna cruzada y extendió el periódico para leer los encabezados. Dio una hojeada rápida y luego de casi cinco minutos se aburrió de las noticias y, según él, de lo mal redactado que estaba todo, pero especialmente de las mentiras que se encontraban impresas allí; bajó el papel que le tapaba la vista y observó el reloj de manecillas que colgaba al lado opuesto de la puerta, justo a donde su vista daba directamente. Marcaba las 7:30. Y el sonido del segundero le causo una ligera punzada en la cabeza. Había tanto silencio que pensó que necesitaba urgentemente algo de comer para luego de quedar satisfecho ir a dar un paseo a cualquier parte. No deseaba quedarse encerrado allí, en aquella vieja, pequeña y horrible casa, especialmente si tenía la compañía de Horo. Lo había empezado a odiar mucho más de lo que ya lo odiaba, y eso que ya parecía algo imposible. Detestaba que sus mejillas se tornaban carmín cuando se acercaba demasiado, cuando.... Agitó su cabeza de un lado a otro. ¡Vayas estupideces que pensaba!. Esperó cinco minutos más, pero el tarado de su compañero no bajaba de su habitación. Dio un vistazo veloz a la cocina, no era más grande que los ya pequeños cuartos, pero quizás sería muy cómoda si solo una persona ocupara esa casa.
Detestaba haber huido de casa, haber llegado con demasiado cansancio a un parque vació durante la media noche, haber estado muriendo de hambre y especialmente, detestaba que Horo fuera quien lo encontrara y, como si fuera una razón para detestarlo mucho más, lo había humillado de la peor forma posible: lo había cargado como a una vil princesa por toda la acera. -Su cara enrojeció, aunque no sabía bien si de enojo o de vergüenza. Aun así, a pesar de todo, no se sentía capaz de dejarlo. Así fue como paro a esa casa.
-¡Buenos días, piquito! -exclamó una voz gruesa y alegre detrás de él.
-¡deja de llamarme así! -gritó Ren dándose la vuelta- ahora, prepárame mi desayuno -mencionó arrastrando las palabras.
-¡ah!, ¡yo hago todo en esta casa! -refunfuñó con un mal humor fingido.
Ren no respondió ni mostró alguna seña de compasión. Horo comenzó a cocinar de mala gana y dentro de unos diez minutos tuvo dos platos sobre la mesa con huevos y tocino acompañados de pan tostado, jugo de naranja y leche para Ren. El olor era delicioso.
-En la tarde yo compraré la comida -anunció Ren, como insinuando que la comida de su amigo no era buena, pero a pesar de esto se la comía con muchas ganas.
-¿por qué mejor no cocinas tú? -lo señalo con el tenedor.
-¿yo?, ¿bromeas, baka?
-¿Acaso la pequeña princesa no quiere lastimarse las manos? -se burló con una gran risotada.
-¡estoy harto! -el color de la vergüenza subió a sus pálidas mejillas y salio a grandes sancadas del cuarto, subió a vestirse y luego se dirigió al parque cercano.
O al menos eso hubiera dicho cualquier persona menos aquel joven de cabello bicolor. Hace casi dos semanas que se encontraba viviendo con su peor enemigo, un chico con cabello morado, y esos días, por alguna extraña razón, parecían los mas placenteros que hubiera tenido desde hace meses a pesar de que su acompañante se portaba de una manera demasiado orgullosa y cortante.
El clima no tenía ningún parecido con lo que a Horo le encantaba. Ni siquiera hacía una pizca de frío, lo que significaba que no podría surfear sobre una blanca y hermosa capa de suave nieve este invierno. En cambio, Ren Tao parecía muy contento, después de todo el ODIABA el frío.
Al amanecer, el primero en levantarse fue Ren, eran al rededor de las siete de la mañana. Se sentó en la mesa de la cocina con una pierna cruzada y extendió el periódico para leer los encabezados. Dio una hojeada rápida y luego de casi cinco minutos se aburrió de las noticias y, según él, de lo mal redactado que estaba todo, pero especialmente de las mentiras que se encontraban impresas allí; bajó el papel que le tapaba la vista y observó el reloj de manecillas que colgaba al lado opuesto de la puerta, justo a donde su vista daba directamente. Marcaba las 7:30. Y el sonido del segundero le causo una ligera punzada en la cabeza. Había tanto silencio que pensó que necesitaba urgentemente algo de comer para luego de quedar satisfecho ir a dar un paseo a cualquier parte. No deseaba quedarse encerrado allí, en aquella vieja, pequeña y horrible casa, especialmente si tenía la compañía de Horo. Lo había empezado a odiar mucho más de lo que ya lo odiaba, y eso que ya parecía algo imposible. Detestaba que sus mejillas se tornaban carmín cuando se acercaba demasiado, cuando.... Agitó su cabeza de un lado a otro. ¡Vayas estupideces que pensaba!. Esperó cinco minutos más, pero el tarado de su compañero no bajaba de su habitación. Dio un vistazo veloz a la cocina, no era más grande que los ya pequeños cuartos, pero quizás sería muy cómoda si solo una persona ocupara esa casa.
Detestaba haber huido de casa, haber llegado con demasiado cansancio a un parque vació durante la media noche, haber estado muriendo de hambre y especialmente, detestaba que Horo fuera quien lo encontrara y, como si fuera una razón para detestarlo mucho más, lo había humillado de la peor forma posible: lo había cargado como a una vil princesa por toda la acera. -Su cara enrojeció, aunque no sabía bien si de enojo o de vergüenza. Aun así, a pesar de todo, no se sentía capaz de dejarlo. Así fue como paro a esa casa.
-¡Buenos días, piquito! -exclamó una voz gruesa y alegre detrás de él.
-¡deja de llamarme así! -gritó Ren dándose la vuelta- ahora, prepárame mi desayuno -mencionó arrastrando las palabras.
-¡ah!, ¡yo hago todo en esta casa! -refunfuñó con un mal humor fingido.
Ren no respondió ni mostró alguna seña de compasión. Horo comenzó a cocinar de mala gana y dentro de unos diez minutos tuvo dos platos sobre la mesa con huevos y tocino acompañados de pan tostado, jugo de naranja y leche para Ren. El olor era delicioso.
-En la tarde yo compraré la comida -anunció Ren, como insinuando que la comida de su amigo no era buena, pero a pesar de esto se la comía con muchas ganas.
-¿por qué mejor no cocinas tú? -lo señalo con el tenedor.
-¿yo?, ¿bromeas, baka?
-¿Acaso la pequeña princesa no quiere lastimarse las manos? -se burló con una gran risotada.
-¡estoy harto! -el color de la vergüenza subió a sus pálidas mejillas y salio a grandes sancadas del cuarto, subió a vestirse y luego se dirigió al parque cercano.
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ok! es todo por ahora. Es tarde y me corren de la lap.
Mañana trataré de subir lo demás.
Espero lo lean.
Matta ne!<3
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